Vayamos más allá en nuestro vocabulario… Cuando los intercambios de carga positiva y negativa se estabilizan, los agregados de arcilla floculan. Yo floculo, tú floculas, nosotros floculamos… ¡pero sí claro! La floculación corresponde al depósito de arcilla que se forma en el fondo pero que es capaz de redispersarse nuevamente en caso de agitación.
Lo hubieras entendido, dos estados de arcilla en agua se observan: elestado disperso o elestado floculado ! Se trata de dos estados reversibles salvo en condiciones especiales… calor, degradación, hidratación… Estos estados explican en particular las diferentes reacciones del suelo ante los acontecimientos climáticos. Cuando las arcillas se floculan, aparecen soldadas, lo que permite que las partículas del suelo como la arena formen agregados muy resistentes, incluso con lluvias intensas. Sin embargo, si las arcillas están dispersas, no hay “estructura” de los suelos estrictamente hablando… La arcilla pierde su papel de “cemento” y el suelo quedará alterado y sensible a la erosión y a los factores climáticos.
En conclusión, un suelo demasiado encharcado desaglomerará las arcillas de otros elementos minerales (arena, limo, etc.). Entonces el suelo será menos estable. Un suelo demasiado seco, por el contrario, puede crear fallas en los suelos arcillosos y por tanto también debilitarlos. Al fin y al cabo, todo es una cuestión de equilibrio... El contenido de agua deseable en un suelo idealmente constituido (50% arena + 30% limo + 15% arcilla + 5% humus) debe rondar entre el 15% y el 20%.
La arcilla es el cemento de… ¡la tierra! La tierra, la tierra está bien, pero ya veréis más adelante, las propiedades coloidales de la arcilla explican sus sorprendentes propiedades terapéuticas... (¡el suspenso es insoportable...!)